Conciencia planetaria y medio ambiente

Imagen: una costa inundada por residuos de plástico en 2018. Fuente.

En los últimos 45 años han surgido fenómenos sociopolíticos que ya no podemos considerar “nuevos” sino que se han consolidado en el escenario político. El feminismo, el ecologismo y el pacifismo han permeado a todos los partidos políticos en mayor o menor medida y además han permitido que surgieran nuevos partidos que defienden en la actualidad esas agendas.

Existen una serie de crecientes problemas medioambientales ligados al consumo, el crecimiento sin límites y las relaciones desiguales del uso de los recursos. Ya a partir de los años 70 del siglo XX se evidenciaba una crisis del progreso con la eliminación paulatina del estado del bienestar. La masificación de las ciudades y el empeoramiento de la calidad de vida eran más patentes y además los accidentes ambientales graves eran más frecuentes debido al mayor consumo y la masificación, como el caso de Seveso en 1976 y el de Harrisburg en 1979.

Todo esto daba argumentos al movimiento ecologistas que se alzó de unas posiciones marginales, a menudo dentro de la contracultura, hacia una visibilidad mucho más popular. Empezó a crearse una nueva sensibilidad en los países industrializados y una influencia política que ha ido creciendo hasta nuestros días. Desde entonces se ha ido configurando la manera en que concebimos la economía, la sociedad y el medio ambiente, sobre todo a partir de los movimientos en los Estados Unidos de América (EUA) y Alemania. La preocupación por la seguridad humana a partir de entonces no ha hecho más que aumentar.

La composición y las formas de expresión de estos movimientos son muy diversas. Los intereses de defensa del medio ambiente se articulan de manera diferente según el tipo de transformación social que conllevan.

El conservacionismo aboga por una protección de la naturaleza tal y como la conocemos actualmente, sobre todo de las especies vivas, y fundamentalmente de los animales. No conlleva una propuesta de cambio social alguno y data ya del siglo XIX en Gran Bretaña y los EUA. Son los llamados “amantes de la naturaleza”.

El ambientalismo está claramente orientado hacia el ser humano. Articula los intentos de conciliar el crecimiento económico con el desarrollo sostenible y la equidad social. Buscan modificaciones que beneficien al medio ambiente sin crear cambios sociales fundamentales, mediante una compatibilidad con el capitalismo, en cierta medida. El eco-reformismo inicial de Jorge Riechmann sería un ejemplo de ambientalismo.

Finalmente, el ecologismo busca un cambio social, una modificación sustancial de la relación entre la humanidad y el medio ambiente. Rechaza las bases del sistema social y económico en vigor a partir de un diagnóstico crítico de muchos de sus aspectos. Subraya que los problemas ambientales son también de índole social, económica y política, acentuando la existencia de injusticias que evitan que el acceso a los recursos sea igualitario, provocando hambrunas, guerras y pobreza en la periferia y acumulación y despilfarro en el centro. Además toma en serio la condición de finitud el planeta, incompatible con un crecimiento ilimitado.

Para poder combatir las complejas problemáticas económicas y sociales que afectan al medio, y por ende a la calidad de vida humana, es necesario realizar una labor de cooperación a varios niveles.

En un primer nivel, a escala global, son necesarios grades acuerdos para poder actuar ante amenazas que afectan a la totalidad del planeta. Por ejemplo la reducción del ozono, la lluvia ácida, el aumento de dióxido de carbono o la distribución de recursos. Es necesario que organismos como la ONU y el Banco Mundial (BM) dirijan cooperaciones multilaterales para que los países del centro realicen transferencias tecnológicas y financieras a la periferia para poder tratar esos problemas.

Un segundo nivel requiere de un cierto reordenamiento del sistema económico mundial. Las crisis ambientales son producto de desequilibrios funcionales de la economía global que habría que corregir. Para realizarlo es necesaria la cooperación de numerosas entidades internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el BM y la Organización Mundial del Comercio que controlan los flujos económicos globales y podrían dirigir los esfuerzos para corregir los desequilibrios más acuciantes.

El tercer y último nivel se basaría en la cooperación bilateral entre países con medidas concretas de desarrollo económico y protección ambiental. Es el nivel más realista e inmediato con una gran eficacia gracias a su rápida capacidad de actuación y su influencia local. Este nivel debería priorizar el medio ambiente en la cooperación para el desarrollo, que resultaría en una doble ganancia, tanto para los países del centro como los de la periferia, ya que las problemáticas de los segundos acaban creando crisis en los primeros (como las migratorias). Las principales aportaciones se centrarían en medidas de gestión como transferencia de conocimientos, mayor formación de profesionales y científicos, asistencia técnica, planificación territorial y estudios de impacto ambiental.

Como apartado final vamos a enumerar diferentes problemáticas ambientales actuales y que requieren de las actuaciones y reformas que hemos comentado previamente:

  • Consumo de plásticos: producidos por la industria petrolífera que provocan, por un lado, mayor emisión de contaminantes a la atmósfera y por otro la sedimentación de plásticos en mares y costas.
  • Uso de combustibles fósiles: crean el efecto invernadero y merman de la salud en las ciudades.
  • Automóviles y turismo (aviones, cruceros): también contribuyen al efecto invernadero y a la insalubridad urbana, además hacen un uso excesivo de plásticos y de agua.
  • Extinción de especies masiva: la actividad humana ha aumentado el ritmo de extinción por encima del de creación de nuevas especies, asimismo solo el 4% de la biomasa mamífera es libre, el resto son seres humanos y animales domesticados.
  • Cambio climático: provocará stress hídrico por la falta de agua debido a una sobreexplotación de los acuíferos que puede provocar su agotamiento. Conjuntamente de un aumento de los desastres climáticos, desertización y erosión en las áreas subtropicales, como la mediterránea.
  • Vulnerabilidad de los pobres ante los desastres climáticos, que provocan a su vez mayor pobreza.
  • Uso desigual de recursos: el 80% de los recursos los usa el 20% de la población (situada en el centro) y el 1% de la población mundial concentra el 50% de la riqueza. Muy importante es la distribución de la comida ya que hay alimentos suficientes para todo el mundo, pero no llegan a muchas personas.
  • Uso masivo de agricultura para el ganado y el monocultivo que provoca deforestación, creando a su vez una aceleración del cambio climático.
  • Guerras por los recursos: de carácter militar en países periféricos y de carácter económico-político en el centro: aranceles y control de la tecnología, por ejemplo. Normalmente es por recursos escasos o estratégicos como el petróleo, el gas o los materiales para crear teléfonos móviles.
  • Migraciones por el cambio climático, la pobreza y las guerras hacia el norte.
  • Masificación urbana, calentamiento urbano e insalubridad, abandono del campo, mayor gasto energético por necesidades de infraestructuras y edificación. Aumento de los incendios por abandono de los bosques.

El Ecosistema Social y la población

Propuestas a la crisis ambiental

Imagen: vertedero de Agbogbloshie en Accra (Ghana), que acumula residuos electrónicos. Es un ejemplo de la necesidad de soluciones cortoplacistas para evitar gastos a costa de contaminar el propio medio, producto de la desigualdad. No está probado que el origen de esos residuos sean países occidentales, la mayoría provienen de uso doméstico. Fuente.

En esta entrada vamos a presentar las propuestas a las crisis medioambientales por parte de aquellos autores que creen que la población es el principal factor que afecta a la crisis.

En el año 1959 el sociólogo O. D. Duncan planteó el modelo del Ecosistema Social basándose en cuatro variables interrelacionadas: la población, la tecnología, la organización social y el medio ambiente. Esta primera aproximación bebe de autores clásicos como Malthus, Durkheim, Weber y Marx; y también de la Escuela Clásica de Chicago (de Esteban y Antonovica, 2011).

Poco después, en 1978, Dunlap y Catton revisaron el modelo de Duncan hacia un nuevo paradigma ecológico que posiciona al ser humano como una especia más dentro del ecosistema y niega la posibilidad del crecimiento ilimitado dadas las restricciones biofísicas naturales. Utilizan una perspectiva analítica y técnica heredada del modelo empírico de Duncan que centra el objeto de estudio de la sociología ambiental en la interacción entre el entorno y la sociedad.

El entorno podría ser natural, inalterado por la humanidad, construido por el propio ser humano o modificado por las actividades humanas. La sociedad se compondría de la población, la tecnología y las organizaciones sociales tales como la cultura, la personalidad de la población o el modelo social. El modelo de Dunlap y Catton considera el medio ambiente como algo que forma parte del ser humano, no como algo externo o «natural». Siguiendo ese modelo podemos agrupar diferentes propuestas para atajar la crisis ambiental: poblacionistas, tecnológicas y sociales. En esta entrada vamos a mostrar las diferentes propuestas poblacionistas, que se centran en la relación de la población humana y los recursos del planeta.

Neo-malthusianos

Para los seguidores de las teorías de Malthus la causa principal de las crisis ambientales es el crecimiento exponencial de la población humana. Según las ideas del sacerdote y economista se producen desequilibrios entre la población y los recursos cuando la primera supera la capacidad de carga de un territorio. Mientras que los recursos crecerían de forma lineal la población crecería de forma geométrica. Cuando la población sea mayor que la que puede soportar el planeta éste empezará a degradarse, se acabará con los recursos y la contaminación haría inviable la vida. Las propuestas básicas que ofrecen son una política antinatalista y un control de la población como única vía viable. El entomólogo Paul Ehrlich escribió dos obras que alertaban de la superpoblación: La bomba demográfica (1968) y La explosión demográfica (1993), muy influidas por esta corriente.

Desarrollistas

Los desarrollistas ponen el foco en la desigualdad como factor principal que provoca tanto la degradación ambiental como la pobreza. De esta forma afirman que el mantenimiento de la pobreza en el planeta es un comportamiento no aceptable y habría que erradicarla. No aceptan los postulados malthusianos en todos los aspectos, aunque sí creen que allí donde se combinan subdesarrollo y crecimiento poblacional se activan sistemas económicos y sociales insostenibles. Para poder sobrevivir en esas situaciones se utilizan estrategias a corto plazo que funcionan, pero que hipotecan el futuro. Por ejemplo el uso de combustibles baratos como el carbón o la boñiga o la acumulación de contaminantes mientras el beneficio va a parar a otros países.

Los desarrollistas afirman que el desarrollo es el mejor anticonceptivo, que a su vez mejora la educación y la posición social de la mujer. Pero igualmente siguen creyendo que hay que controlar la natalidad. Dentro de este grupo destacan los justicialistas que ponen un mayor énfasis en la distribución de la riqueza a nivel mundial. Critican la idea malthusiana de insuficientes alimentos para la población actual ya que el problema no es la escasez sino la dificultad de acceso a los recursos. Existe una desigual distribución de recursos en el planeta con un excesivo uso por parte de un pequeño porcentaje de la población. De esta forma proponen un modelo en el que el subdesarrollo crea la pobreza y ésta a su vez genera crecimiento de población e insostenibilidad.

Pro-natalistas

Esta corriente sigue una linea básica parecida a los desarrollistas pero con marcadas diferencias. Por un lado están los cristianos que niegan que la población afecte a la crisis ambiental y achacan el problema a una pérdida de valores que ha propiciado el crecimiento del consumismo y la insolidaridad, generando, por tanto, la desigualdad.

Por otro lado están las ideas de E. Boserup y J. L. Simon, los llamados incentivistas, que creen que la presión demográfica es un estímulo para el avance de la humanidad. En 1965 Boserup creó un modelo en el que mostraba como la presión demográfica de finales del Mesolítico estimuló la innovación surgiendo la agricultura y la domesticación. Por su parte Simon en 1981 afirmó que el actual crecimiento demográfico estimularía la investigación y los avances tecnológicos; la ciencia se desenvolvería para alimentar a las poblaciones futuras y se solucionarían los problemas medioambientales. La formula que barajan se centraría en que a más gente mayor creatividad, más soluciones y nuevas tecnologías. Ambos autores ignoran el problema de la desigualdad y tienen un exceso de confianza en la capacidad de la tecnología para solucionar problemas.

De Esteban, A. y Antonovica, A. (2011) «Los orígenes de la sociología medioambiental y su primera evolución» en Observatorio Medioambiental 14, 11-18.

La Geografía Humana ante la crisis ambiental

Ecología Social y Naturalismo Dialéctico

Imagen: accidente nuclear de Fukushima I en 2011. Fuente.

La Geografía permite comprender el mundo y acceder al entorno en sus diferentes escalas. Actualmente los problemas medioambientales se suceden en todas las escalas por lo tanto el estudio ambiental debería ser una prioridad para la Geografía. En 1977 Lacoste escribía que:

«La crisis global se manifiesta y se percibe en términos geográficos, no solo se concibe en el tiempo sino sobre todo en el espacio.»

«Es necesario contar con un saber geográfico que permita comprender activamente los problemas y contradicciones espaciales existentes.»

En los planes de estudio de la Geografía se ha reforzado mucho la rama ambiental desde entonces introduciéndose en forma de máster o cursos de especialización, ligados muy a menudo a la ordenación del territorio. La Geografía Humana ambiental debe entenderse desde una visión que tiene por objeto el desarrollo integral y armónico entre los seres humanos y de éstos con el medio. No se trataría de una ciencia, sino de una postura, una política, de perspectiva integral.

Murray Bookchin crea el concepto de Ecología Social en Estados Unidos en 1981, estableciendo un conjunto de ideas de corte anarquista que llevarían a una transformación social radical. La Ecología Social estudia a los seres humanos junto a sus sistemas ambientales y las relaciones entre las diversas sociedades mediante un enfoque interdisciplinar. Entiende que los sistemas humanos y naturales no pueden entenderse por separado y que la práctica ambiental es una práctica social.

Los análisis ambientales deben ser críticos, enfocados a la raíz del problema y que planteen fundamentos para reconstruir la relación medioambiente-sociedad. Mediante este naturalismo dialéctico se busca romper con la aversión al pensamiento racional, la acción política y el compromiso social. Existen una serie de relaciones de dominación y jerarquías, desde la perspectiva de la Ecología Social, que a menudo provocan desequilibrios ambientales y crisis ecológicas que deben ser examinadas y en caso de no funcionar cambiarse.

La relación sociedad-medio

La energía y los recursos provienen de la naturaleza y existen diversos flujos que conectan los elementos (energía, materia e información) dentro del sistema mundo. En ese sistema global encontramos el sub-sistema social que se nutre y condiciona al resto de sub-sistemas. Hasta finales del siglo XX la visión era contraria, con una supremacía de la sociedad sobre el medio, legitimando el control y dominación de lo humano sobre lo natural. Entre los siglos XV y XIX se consolida una estructura mundial de colonización y conquista para unas metrópolis que adquieren materias primeras y mano de obra barata mientras se establece una justificación ideológica de imposición del mundo social al natural.

El desarrollo del capitalismo provoca una mercantilización del medio ambiente, una fragmentación entre la sociedad y el medio para poder controlarlo y comercializarlo. Ésto además permea a los conceptos académicos dividiendo las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales, creando unos enfoques reduccionistas, y por tanto parciales, que en muchos casos no pueden abarcar escalas y problemas complejos. Para poder explicar las relaciones sociedad-medio existen dos ejes:

El eje realismo/constructivismo interpreta la relación directa entre ambos mediante una producción social del medio por parte de la sociedad (constructivismo), por lo que la sociedad es preeminente, o una independencia de cada uno de ellos (realismo). En el constructivismo se establece que no hay entornos «naturales», todos son susceptibles de una interpretación social. De esta manera solo hay problemas medioambientales cuando afectan a la sociedad de forma nociva. Además existiría también un filtro cultural que transformaría la importancia o percepción que tendría cada sociedad respecto a un problema o un medio concreto (Anthony Giddens, el fin de la naturaleza). El realismo, en cambio, postula que existen una serie de problemas ambientales objetivos independientemente de la percepción o postura social que se tenga.

Finalmente tenemos el eje agencia humana/estructuralismo. El primer componente cree que existe una capacidad del individuo de influir en los procesos sociales y ambientales, por ejemplo mediante movimientos ecologistas o iniciativas ciudadanas. El segundo componente da predominancia a las presiones estructurales (económicas, sociales, políticas) sobre la capacidad de acción individual, abogando por un cambio radical de las estructuras socio-productivas.

El medio ambiente desde la Geografía Humana

El análisis sistémico de la problemática ambiental

En un sistema, como conjunto de elementos relacionados entre ellos (von Bertalanffy), hay una interacción permanente de los diversos actores, agentes activos, que lo componen. Esta interacción crea necesariamente conflictos de intereses entre estos actores y, al mismo tiempo, con el medio ambiente pasivo.

Nuestro medio, por tanto, está sujeto a una serie de problemas generados por esos conflictos, los cuales no se dan de forma aislada sino en un complejo cuadro donde se alimentan unos a otros. Para poder resolver esos problemas necesitamos ponerlos en contexto en un marco ambiental global. En otras palabras: la problemática ambiental no es la suma de los diversos problemas sino el resultado de la interacción de diversos problemas al mismo tiempo.

Para poder tratar esas problemáticas serían necesarios cambios radicales en nuestra manera de pensar respecto a la concepción de la finitud de los recursos, aceptar que el actual paradigma condena a la pobreza a la mayoría de la humanidad o que los países centrales (Europa, Norteamérica, Japón y Australia) imponen su modelo al resto del planeta como el único posible, por ejemplo. Una manera de pensar que incluye la ética, la educación, la economía, la ciencia y la tecnología; con una apuesta por la sostenibilidad basada en observar el medio y el largo plazo, en lugar del corto.

No es posible la sostenibilidad si no se analiza el problema desde la perspectiva del sistema-mundo, tal y como ya apuntaba Wallerstein en su concepción de la economía planetaria como un sistema formado por sub-sistemas. Los sistemas sociales y naturales se regulan retroalimentándose mutuamente, sus efectos se hacen visibles en otros sistemas que a su vez influyen en las acciones que los diversos actores toman dentro de cada uno. Los flujos de un sistema a otro, los nexos de unión de esos flujos y las formas de conexión entre los elementos son vitales para poder entender todo el sistema-mundo e influir en él.

Existen una serie de cuatro sub-sistemas fundamentales en la Tierra:

La Biosfera: El espacio con vida, el conjunto de los seres vivos, que añadido a su medio abiótico (atmósfera, hidrosfera, litosfera) formarían la ecosfera, todos los sistemas naturales mundiales.

La Tecnosfera: El sistema de estructuras creadas por el hombre y que se asienta en la ecosfera; son todos los asentamientos e infraestructuras humanas.

La Sociosfera: El conjunto de entidades humanas que controlan las relaciones de los otros dos sistemas anteriores: estados, municipios, empresas, iglesias, etc.

La Noosfera: Esfera construida por los conocimientos e ideas aplicados a la gestión de las relaciones humanas y entre sistemas, son las telecomunicaciones, la informática y la tecnología en general, desde la más rudimentaria a la más actual.

En conclusión, cualquier problemática ambiental es un desajuste en cualquiera de los cuatro sistemas, cuando estos están en equilibrio, y debemos analizarla desde la perspectiva de múltiples disciplinas transversales, ya que sólo de esta manera podremos abarcar toda su magnitud y extensión.