Imagen: dos empleados desmontando el cartel del banco Lehman Brothers tras la quiebra en 2008. Fuente.
Las crisis económicas son consustanciales al capitalismo ya que el motor de la economía capitalista son los incentivos individuales, estímulos a la inversión que no tienen en cuenta el conjunto de la economía. La inversión responde al mayor beneficio en un momento dado y a la minimización de las pérdidas para un inversor individual; el agregado de todas esas decisiones provoca crecimientos o caídas en la economía, afectando a personas que no han decidido nada en esas inversiones. Dicho de otra manera, privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas o cómo obtener un beneficio individual sin responsabilidad individual.
A partir del vínculo entre la economía real y la economía financiera durante una crisis la primera se ve muy afectada por las fluctuaciones a la baja de la segunda. Como comentábamos, se intenta paliar las pérdidas financieras a partir de una reducción de la economía real. El 15 de septiembre de 2008 se produjo la bancarrota de Lehman Brothers, fue en ese momento cuando se produjo una visión mundial de una crisis que ya se venía gestando desde hacía tiempo y afectaría durante 5 años a muchísimas personas en la economía real.
A partir de 2007, pero sobre todo de 2008, la tasa de desempleo en España no paró de crecer, de un valor de 8,3% -como referencia decir que una tasa de 3-4% se considera pleno empleo- hasta un 25,8% en 2012. Se considera el final de la crisis el año 2013 cuando el desempleo empezó a bajar. El año 2019 se cerró con un desempleo del 13,8% mostrando una cierta desaceleración en la creación de puestos de trabajo, y seguramente el año 2020 volverá con un ciclo de crecimiento del desempleo debido a la actual crisis potenciada por la enfermedad COVID-19 (Coronavirus Disease 2019 – Enfermedad por Coronavirus 2019). Los ciclos de desempleo en España parecen responder a unos ciclos de, aproximadamente, 12 a 18 años, por tanto es probable que la tasa de desempleo vuelva a estar en su mínimo, entre 2030 y 2038.
Las crisis como consustanciales al capitalismo
Los mecanismos que provocaron la conocidísima crisis de 1929 fueron básicamente los mismos que afectaron a la crisis de 2008. El principal componente es la oscilación de la tasa de beneficio. La tasa de beneficio de los inversores (empresarios, financieros, bancos, fondos de inversión, accionistas, etc.) empieza a bajar sistemáticamente cada cierto tiempo afectada por determinados factores. En el pasado hemos tenido crisis relacionadas con la pérdida de la tasa de beneficio en 1873, 1929, 1973, 1993 y 2008, por ejemplo.
Al no existir inversión planificada se invierte a conveniencia de cada inversor, apostando por el máximo beneficio y en consecuencia el beneficio no es constante. Hay periodos de beneficio estable seguidos de otros en los que cae debido a la ley de rendimientos decrecientes que se aplica a cualquier actividad económica. A lo largo del tiempo, al expandirse la actividad económica y la inversión, la tasa de beneficio es cada vez más pequeña hasta llegar a casi cero. Todo el ciclo lleva implícito una fase de crecimiento o recuperación económica y otra de caída.
Al producirse crecimiento económico se produce a la vez un agotamiento de oportunidades de inversión -despareciendo las más rentables al principio y dejando oportunidades cada vez más arriesgadas y menos rentables hacia el final del ciclo-, un agotamiento de los recursos -provocando escasez y alza de precios, con un consecuente aumento de costes y por tanto de reducción de la tasa de beneficio- y un aumento paulatino de los salarios, llegando al pleno empleo (lo cual encarece también los costes). Esto produce una crisis que provoca caída de los salarios, desempleo y caída de precios, esta destrucción de la inversión vuelve a atraer inversores y el ciclo se reanuda.
Estamos hablando de una situación de sobresaturación en la economía, un estado en el que hay un exceso de demanda, agotamientos de materias primas, bajada del beneficio y decrecimiento económico.
Posiciones ante las crisis
Existen varias posiciones respecto a cómo encarar las crisis económicas, vamos a mencionar las tres más importantes:
- Liberal: las crisis son una destrucción creativa necesaria y temporal, básicamente un darwinismo económico, son inevitables y buenas ya que provocan limpieza en el mercado.
- Keynesiana: las crisis se han de combatir estimulando la demanda, evitando la caída de la demanda mediante incentivos públicos (como polos de desarrollo, excepciones fiscales, subvenciones, etc.).
- Marxista: la caída del beneficio que provocan las crisis es tendencial y constante, imparable, hasta que llegará un momento en que no se podrá expandir más el mercado y la economía capitalista colapsará.
En una crisis se sabe cuándo se entra, pero no cuando se sale. La propia crisis desencadena siempre procesos negativos imprevistos que retrasarán la recuperación o directamente la impedirán. Por ejemplo la erosión de tierras de cultivo abandonadas y los desastres ligados al clima que provocaron el fenómeno del Dust Bowl en los Estados Unidos durante los años 1930. Este fenómeno potenció los problemas de la Gran Depresión y pudo ser atajado, en parte, por las medidas intervencionistas del New Deal de Roosevelt.
Estamos hablando del lado oscuro de las inversiones, no hay inversiones, ni intervenciones territoriales, que sean implícitamente buenas para todo el mundo, siempre producirán efectos negativos de mayor o menor calado. Para poder tener una estabilidad económica y evitar los vaivenes de las oscilaciones de la tasa de beneficio podemos aplicar una perspectiva keynesiana a la gestión económica. El gasto público permite que la economía crezca y se recupere rápidamente después de una caída y el aumento de impuestos impide que crezca muy rápidamente y provoque una caída al cabo de poco tiempo.
Financiación de las crisis
El capitalismo financiero busca rendimientos apostando a un aumento de la actividad productiva o a la demanda de acciones, sin control respecto a cómo van a evolucionar. En 2008 hubo una serie de flujos de capital inversor desde China, ya desde 2006 (y hasta 2015) el crecimiento del PIB chino era exponencial. El país había experimentado un aumento de la producción con salarios bajos, una tasa de beneficios creciente y una acumulación de capital, por tanto, también creciente, pero que no era retornable en China ya que no había posibilidad de crear más economía real productiva. Por tanto el capital chino empezó a expandirse por el mundo.
La sobreabundancia de capital no invertible es producto de la ley de rendimientos decrecientes y también del deseo de evitar la sobreproducción, en consecuencia el incremento del benéfico cae. La sobreproducción hace muy poco atractiva la economía productiva real y en cambio la financiera se torna con unas perspectivas de beneficio mayores, por tanto se invierte apostando en bonos, acciones y préstamos (capital financiero). En el caso de China se produjo una inversión en inmobiliaria, unos créditos baratos debido al gran capital que se invierte en ellos.
Al disminuir la tasa de rendimiento productivo se busca una salida al capital generado, que se dirige hacia la especulación: el capital financiero. Esto genera riesgo creciente, hay una demanda de rendimientos y por tanto un aumento de la apuesta debido a la gran cantidad de capital en movimiento. Las apuestas se diversifican buscando mayores beneficios y crece la oferta de apuestas arriesgadas. Este suceso fue el que provocó la crisis de 1929.
Durante los pedidos de crecimiento económico hay una cierta redistribución de la renta a favor del capital y en contra de los salarios. Se produce una sobreacumulación de capital debido a los salarios bajos de partida y a un beneficio alto inicial. Esto provoca que la actividad productiva se vuelva poco rentable al cabo de un tiempo. Los salarios se incrementan para favorecer que se compre todo lo que se produce, pero estos no crecen lo suficientemente rápido para adquirir la producción, que se acumula. También se estimula el crédito para el consumo, endeudando a las familias.
Pero el pago de las deudas, como las hipotecas, impide que se consuma, lo que impide el beneficio extraído de la producción, estimulando la inversión en finanzas, entre ellas las hipotecas, que se conceden a perfiles cada vez más arriesgados a medida que los solventes se agotan. Esto a su vez endeuda más a la población volviendo a activar el ciclo.
Debido a este ciclo hay un aumento del riesgo y por tanto un aumento del porcentaje de crédito que se demanda, de beneficio esperado acorde al riesgo tomado. Se compran pisos esperando un alto porcentaje de beneficio vendiéndolos en poco tiempo gracias a la alta demanda de compra de pisos para invertir el capital generado. Esto en general crea una expansión del crédito y la especulación, generando bonos basura e hipotecas subprime (hipotecas basura), una burbuja de beneficios que nadie quiere que acabe, pero que en un momento u otro va a estallar.
Trailer de la película La Gran Apuesta de 2015, que muestra el momento previo al estallido de la crisis de 2008 y cómo ciertas personas la previeron y buscaron sacar partido de ella.
Sucede que el inversor deja de ganar debido al riesgo, se empiezan a perder apuestas y las que se ganan no permiten compensar las pérdidas, con lo que deja de invertir y se vuelve conservador. El problema es que hay que devolver un dinero que se ha pedido a deuda y no se dispone de él.
En el caso del estado se intenta generar beneficios para poder pagar el endeudamiento:
- Recortes en el sistema público y funcionarial.
- Aumentar la edad de jubilación.
- Reducción del gasto público: pensiones, desempleo, sanidad, servicios públicos generales y educación (representan los mayores gastos del estado, por orden de mayor a menor).
Gastar poco permite devolver la deuda y generar confianza, atrayendo nueva inversión, además mejora las condiciones del sector privado con lo que aumenta el crecimiento y se recauda más, permitiendo devolver más deuda. Como lado negativo encontramos que reduce el consumo y alarga la duración de la crisis. Respecto a la crisis de 2008 en España el principal problema fue la acumulación de inversión exterior a devolver por parte del estado y la falta de liquidez para devolverla.
En resumen:
El exceso de capacidad productiva lleva a una reducción de la tasa de beneficios que conlleva, por un lado, una reducción de los salarios y, por otro, a la expansión del crédito y la especulación. La especulación aumenta el riesgo, produciendo la posibilidad de quiebra, el miedo a la bancarrota contrae el crédito. La falta de créditos junto a la reducción salarial produce una disminución en la demanda y esta reducción acaba cancelando la inversión, lo que nos lleva a una crisis: despidos para ajustar al volumen de demanda de productos, quiebras por no poder devolver el dinero pedido para especular, recortes públicos para poder compensar la falta de ingresos del estado.
La crisis en España
En el caso español la construcción y la venta inmobiliaria aumentaron mucho la especulación y el riesgo de la inversión, lo que creaba un mayor porcentaje de probabilidad de quiebra. El inicio de la burbuja inmobiliaria fue en 1997 y estalló cuando la crisis de las hipotecas subprime produjo la falta de liquidez que hemos comentado. El precio de la vivienda en España se disparó a partir de 1999 y empezó a desplomarse en 2007, llegando a un mínimo relativo en 2013, cuando volvió a aumentar año tras año.
A su vez la inmigración produjo una bajada de salarios por sí misma, lo que agravó la bajada salarial producida por la crisis posteriormente. Hubo un crecimiento acusado de la inmigración entre los años 1999 y 2010, pasando de menos del 2% de la población a algo más del 12%. Muchos de los trabajos realizados por los inmigrantes estaban relacionados con la burbuja inmobiliaria española, como la construcción o la hostelería, y afectaron a los salarios de esas profesiones.
Por otro lado se establecieron impuestos bajos durante la etapa de crecimiento y se aumentaron durante el descenso, siendo esto algo contraproducente ya que debería ser al revés. Pero en el caso español se primaba el beneficio empresarial durante la subida y se intentaba pagar la deuda después, ahogando al trabajador y al pequeño empresario.
En el peor momento, el año 2009, la deuda privada española era del 204,2% del PIB (119,2% de empresa y 85% de hogares), siendo el beneficiario final de esta deuda, en mayor parte, China y gracias a la permisividad del Banco de España al permitir un endeudamiento que no era posible sostener. Ese mismo año la deuda pública era del 53,3% del PIB y subió hasta el 100% en 2014. En 2018 se había reducido la deuda privada hasta un 133,5% del PIB.
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