La Geografía Física estudia cuatro elementos o sistemas característicos: la atmósfera (dentro de la climatología), la litosfera (dentro de la geomorfología), la hidrosfera (dentro de la hidrogeografía), la biosfera (dentro de la biogeografía) y los suelos (dentro de la geografía de los suelos). Cuando los tratamos en su conjunto podemos utilizar la geografía del paisaje o la ecología. En esta entrada trataremos de analizar qué se encarga de estudiar la geomorfología, la cuál podríamos definir como el estudio de las formas de la superficie terrestre (Max Derruau), la ciencia que tiene el objetivo de describir y explicar la superficie terrestre (Roger Coque) o la disciplina que busca el reconocimiento, la clasificación y la explicación de las diversas configuraciones de la superficie de la Tierra (Julio Muñoz).
La superficie terrestre y sus formas son el resultado de la interacción de fuerzas que actúan bajo ella (internas) y sobre ella (externas) y según la escala de observación nos centraremos en una serie de elementos u otros. A una escala pequeña (1: 1 000 000 por ejemplo) tendremos en cuenta las grandes unidades del relieve, la llamada morfoestructura, el conjunto de los elementos. En cambio a una escala grande (1: 50 000 por ejemplo) tendremos en consideración el detalle, lo perceptible en su totalidad por un ser humano, el llamado modelado.
La morfoestructura es fruto de las fuerzas endógenas, internas, y trataremos entonces con la tectónica de placas, la orogénesis y la litogénesis, los procesos de construcción que estudia la geomorfología estructural. El modelado, por otro lado, es producto de fuerzas exógenas, externas, que provocan la morfogénesis, como son los procesos de erosión y sedimentación, procesos mayormente destructivos y que son estudiados por la geomorfología dinámica.
La morfogénesis también puede ser llamada gliptogénesis y aglutina los procesos de erosión, rotura y creación de nuevas formas, contrarios a la edafogénesis que se caracteriza por una estabilidad del medio, la generación de suelo nuevo y la presencia de de vegetación. Los procesos de erosión habituales son la meteorización, la ablación, el transporte y la sedimentación los cuales crean, según su proporción y características del medio predominante, un sistema morfogenético determinado, ya sea de vertientes, fluvial, litoral o eólico. Añadiendo el clima a la ecuación (temperaturas y precipitaciones) obtenemos un sistema morfoclimático.
La combinación de ambos tipos de procesos de creación y destrucción, el relieve y el modelado, nos proporciona a su vez tres tipos de morfología: la granítica, donde predominan las rocas ígneas intrusivas, la volcánica, donde predominan las rocas ígneas extrusivas y la cárstica donde predominan las rocas solubles. En el primer caso encontramos en España el ejemplo del Sistema Central, en el segundo caso la isla de Tenerife y el volcán Teide y en el tercero el macizo del Garraf en Cataluña.
Para concluir esta visión de conjunto de la geomorfología es necesario mencionar su vertiente aplicada donde el estudio de los anteriores elementos nos proporcionan datos para prevenir desastres y evitar riesgos en todas las actividades humanas que se desarrollan encima de la tierra. Estos estudios se realizan mediante la observación y la realización de experimentos que son tratados mediante modelos estadísticos y simulaciones que nos permiten predecir el comportamiento de, por ejemplo, los desprendimientos de tierra, la erosión en las playas y costas, así como certificar dónde se puede edificar o extender una red de carreteras y ferrocarriles sin peligro de que se derrumben o se produzcan socavones.